Blade Runner

Escrita en el año 1968, la novela "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?", del autor de ciencia ficción Philip K. Dick, tardó 14 años en llegar a la pantalla grande y transcurrió otro decenio antes de que la asombrosa versión cinematográfica de Ridley Scott fuera reconocida finalmente como obra maestra. Se han dedicado infinidad de páginas a la historia que hay detrás de la película. Fue una producción difícil y corrieron numerosos rumores sobre conflictos durante el rodaje. El presupuesto se disparó a los 28 millones de dólares, y la mala recepción de público y crítica provocó un batacazo en taquilla. Sólo pasó a ser un "cult movie" cuando se estrenó en 1992 la "versión del director". Pero ¡Qué película más grandiosa!.

Aclamada con justicia por su portentoso diseño de producción, la visión que ofrece Ridley Scott de la ciudad de Los Ángeles en el año 2019, una urbe desolada e iluminada por el neón, con calles atestadas de gente y una incesante lluvia ácida, ha sido mil veces imitada y nunca superada. Por este mundo deambula el detective Rick Deckard (Harrison Ford) en busca de replicantes -androides amotinados que se hacen pasar por seres humanos- al tiempo que, sin darse cuenta, se enamora de una de ellas (Sean Young). Repleta de simbolismo, Blade Runner es el resultado de la feliz combinación de varios talentos. El esfuerzo y la imaginación de un diseñador original como Douglas Trumbull consigue una espectacularidad admirable. La música de Vangelis marca el tono triste del filme. Harrison Ford se desmitifica en un papel que no permite brillantez. Y el director de Alien confirma que no es sólo un esteticista de lujo, sino un soberbio conductor de imágenes.